Punto 1: No se le pueden subir los impuestos [llamen como se llamen] a nadie durante el proceso que va desde la inversión hasta el de la toma de ganancias, o sea que de ser como mínimo sensatos, e incluso con los votos y el poder legal para poner unas retenciones del 70%, estas tuvieron que ser anunciadas para aplicarlas en la próxima cosecha.

Punto 2: Recaudando más que nunca, la gestión kirchnerista es la cumbre de la desprolijidad, y nadie sabe cuántos impuestos paga el agro, ni la industria, ni los importadores, ni el trabajador común, ni quién recibe subsidios, reintegros, etc., y ante esto es imposible emitir un juicio válido sobre quién tiene la razón.

Punto 3: Cristina Fernández de Kirchner pudo cerrarle la boca al agro, pero ni amagó con donar el 40% de sus inmuebles a los pobres para redistribuir su riqueza, y eso hace algo ridículo el discurso robinhoodneano oficialista que le exije solidaridad al agro a cambio de nada [y ni las gracias, y para peor, bajo una lluvia de agravios insultantes].

Para colmo, es falso que Robin Hood les robase a los ricos para darles a los pobres: Robin Hood le robaba a los recaudadores de impuestos de la corona [o sea: al Estado] para devolvérselo a los granjeros [productores agropecuarios] esquilmados.